sábado, 3 de diciembre de 2016

El apagón del internet alemán.

También en esta semana, he sido testigo de otro caso que asimismo podría formar parte de la trama de El Observador. Fue una batalla virtual que tuvo lugar en Europa y que finalizó con una consecuencia inesperada. La pérdida de la funcionalidad de todos los reuters alemanes, lo que a su vez provocó la paralización de la red de redes en esa parte del mundo.
Esta vez, debido a la avería generalizada, el común de los mortales fue consciente de la batalla entre piratas informáticos. Pero lo cierto es que estos ataques suceden todos los días, y muy a menudo, hay grandes intereses económicos detrás de ellos. Es una situación de la que también hablo en El Observador, pues no podía ser de otra manera en una novela cuyo protagonista es un pirata informático. Incluso menciono ese software que se usa para visualizar, en tiempo real y en un mapamundi, los diferentes ataques informáticos, como si fueran trayectorias de los misiles nucleares de la película Juegos de Guerra.
Y es que hoy en día, estos combates se suceden todos los días, ajenos a la cotidiana realidad del común de los mortales. Tienen la ventaja de que se trata de una guerra en la que no se mata gente a tiros ni se destruyen edificios a bombazos. Pero no por ello, no conlleva sus daños colaterales, los cuales se hacen patentes cuando afectan a la cotidianidad del mencionado común de los mortales.
Y lo de Alemania no fue la primera vez que sucede. Si la memoria no me falla, en el último verano, millones de usuarios de cierta red social no pudieron acceder a sus respectivas cuentas personales, por culpa de un ataque masivo de hackers. Y también podría recordarles lo sucedido con Sony Pictures, que fue saqueada por piratas informáticos de Corea del Norte. Y vaya a saber si es cierto ese rumor de que hackers rusos estuvieron implicados en las elecciones del actual presidente de Estados Unidos, una historia de la que oí hablar en las vísperas de las elecciones presidenciales...
Lo que quiero decir, es que en El Observador describo una realidad oculta, que el mencionado común de los mortales debería conocer. Si Ghost in the Shell me enseñó a prevenirme de los peligros de la red de redes, yo pretendo hacer lo mismo con los futuros lectores de El Observador. Es una de las razones por las que me decidí a sacar a la luz esta novela.

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