martes, 13 de junio de 2017

Feria del libro de Madrid 2017.

El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra... ¿O no?

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Lo peor de ir a la Feria del Libro de Madrid, no es que coincida con una oleada de calor, ni que no venga nadie que desee una firma tuya...
Lo peor de ir a la Feria del Libro es... ¡PELEAR CON LA M-30!
Ahora bien, este año, con El Observador, la experiencia fue mucho más satisfactoria que con El Heraldo del Caos. Quizá, el mayor inconveniente vino dado por la citada oleada de calor. Vine desde Galicia, pasando de los 20 y tantos grados a los 34. En un principio, no debería suponer ningún problema para mí, pues prefiero mil veces pasar calor que frío. Pero he detectado que las altas temperaturas influyeron en las visitas y en la firma de libros. Estuve durante una hora y media en una caseta que quedó iluminado por un sol que pegó fuerte, con guantes de boxeo y todo, durante los primeros 60 minutos. Transcurrido ese tiempo, al ver que prácticamente todo el mundo pasaba por delante sin apenas dentenerse, decidí aplicar el truco del Dilema del Prisionera con Luisa Fernanda Barón Cuello, la escritora con la que compartí caseta y que estaba firmando ejemplares de su última novela Lo vi en sus ojos (de la cual, publicaré una reseña en este mismo bolg la semana que viene).
Fue entonces, en esa última media hora, al avanzar las sombras de la tarde y refrescar por fin el ambiente, cuando las visitas llegaron a la caseta.
La reacción general era la misma. Miraban mi libro, les llamaba la atención la portada y tomaban un ejemplar para leer la contraportada. Muchos llegaron a manosearme el mismo ejemplar, y yo, con la intención de animarlos a que se llevaran un ejemplar a casa, después de que leyeran la contraportada, les enseñaba la ilustración que acompaña estas líneas, indicándoles que así empieza la novela de "El Observador".


Aunque conseguí interesarlos en mi obra, ninguno de los que vieron mi dibujo y magrearon el libro quiso dignarse a que le firmara un ejemplar. Sin embargo, estoy seguro de que sembré en sus almas una inquietante semilla. Quizás adquieran el libro por alguna otra vía, al recordar a la mujer que recibe mensajes de advertencia a través de su móvil, y preguntarse qué fue de ella...
Pero de repente, sucedió el milagro. Una lectora se acercó y magreó el libro, al igual que muchos otros. Yo estaba dispuesto enseñarle la ilustración cuando ella me preguntó "¿Me lo firmas?"
¡Fue la mayor alegría de toda la tarde! ¡Por fin, una persona que no conocía de nada, quería que le firmara un libro mío! Me puse tan contento, que ni siquiera me acordé de preguntar cómo sabía ella de mí. De hecho, a pesar de escribir su nombre, hoy en día no soy capaz de acordarme de cómo se llama.
No obstante, mi tiempo de estancia era limitado. Tuvimos que irnos para ceder la caseta a Vicente Verdú y a Gorka Pera Seijo (de cuyos respectivos libros también hablaré en futuras reseñas). Y me fui con la sensación de que si hubiera permanecido otra hora y media más firmando libros, habría atraído a muchos más lectores, aunque solamente sea para sobarme el libro.
En definitiva, que mi visita a la Feria del Libro de Madrid fue satisfactoria, porque por lo menos, he sido visible ante futuros lectores.

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